En esta época donde recibir un encargo es un
milagro, los arquitectos nos reciclamos y nos convertimos algunos (por ejemplo)
en guías turísticos esporádicos. Bastante lógico por cierto, tenemos
suficiente conocimiento sobre la ciudad y sus edificios como para explicar
desde lo general hasta el detalle. Personalmente aprecio sobremanera los tours
de arquitectura contemporánea, pero tengo que reconocer que el más solicitado
es el de la Barcelona romana, Barcino.
El verdadero nacimiento de Barcelona aconteció en
la época romana y el monumento más grande de ese período lo tenemos a la vista
día a día, la muralla de la ciudad. Un tercio de su totalidad nos regocija con
un espectáculo visual formidable, el resto ha desaparecido o está aún
escondido. Los paños visibles datan del siglo III d.C. y están construidos
sobre los restos de la primera muralla del siglo I a.C. Este perímetro
fortificado con sus 76 torres de vigilancia hacía que la ciudad se conociese entonces
como “ciudad coronada”.
Un lienzo de esta muralla es realmente insólito y
especial, en él disfrutamos a la vez de la Barcelona romana y la medieval. En la Plaza
Ramón Berenguer, lindado con la vía Layetana, encontramos la capilla gótica de
Santa Ágata alzándose sobre la muralla que le sirve de cimientos. Dos
Barcelonas separadas por siglos y aquí ensambladas en unos metros.
El Ayuntamiento ha lanzado el plan Barcino donde nuevos
trozos de muralla podrán ver la luz. El propósito de este plan es que los restos romanos dejen de ser una sorpresa que asoma
de forma inesperada cuando se realizan obras y pasen a ser parte de una
arqueología programada. Incuestionablemente un avance.
La muralla de Barcelona está catalogada como Bien Cultural de Interés
Nacional.
Arcos romanos |
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